La fotógrafa, noctámbula, da en medio de la ciudad con esta central eléctrica. Un escaparate de chuches electrónicas, de colores y formas caprichosas en sus filamentos: corazón, espiral, sierra, letra, aro, arroba, love, luciérnaga, espada láser. Hay para todos los gustos: con sabor a led, a neón y a fosforito. A rayos y a centellas. Frente a este show, como de laboratorio pop, de un pop frankensteiniano y rechiflante; frente a este aparato eléctrico, la figura humana resulta ser una sombra desenchufada, una silueta que se recorta, aguardando al siguiente relámpago. Antes, ya lo recuerda el luminoso en el margen superior izquierdo, a este género se le llamaba lámparas. Incluso bombillas. Pero eso era hace años luz.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez