La fotógrafa, metida en un jardín, fija la geometría vegetal y humana de su panorama y de sus figuras. El cuadro recuerda, salvo el color, al escenario de los legendarios jardines del Marienbad de la película de Resnais, aquella paisajística de la nueva ola francesa, en escala de grises neblinosos, de líneas rectas y de aire espectral. En la que un espacio contenía a otros espacios, alojados en alguna región ajardinada del cerebro. Por allí anduvimos también al encuentro de fantasmas, en el parterre de la pantalla. Sin embargo, en este jardín, la estatuaria es menos rígida, aunque no menos coreográfica, y los senderos hacen un zig-zag, el dibujo de un rayo, la luz es soleada y hasta se pisa el yerba. Lo cartesiano no quita lo doméstico.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
Los comentarios están cerrados, pero los trackbacks y pingbacks están abiertos.