La fotógrafa, frente al teatro del mar, captura la escena en la que los grandes telones de nubes pintadas se van ocluyendo, como un diafragma en el objetivo de la cámara, en vías del momento culminante de la apoteosis, cuando los protagonistas del drama ascienden hacia el reino celestial, redimidos o triunfantes, y los dioses mediantes se aparecen para confort y solaz de personajes y espectadores, entre atabales, trompetas y truenos de latón. Y la carra de madera con olas estampadas del mar vibra al compás. Y así se cierra la función y a la vez se abre otra. Como le sucede, en el tercer acto del verano, a la nueva temporada, al nuevo curso. Y todo parece una proyección desde la torreta de los socorristas, que velan por nosotros.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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