El fotógrafo, como teletransportado, topa con este fotograma irresistible, un punto loco, como de tómbola del tiempo, en el que se superponen planos e incluso se inserta él mismo al fondo de la pantalla principal, la de la ventanilla del vehículo, cámara en mano, mientras sobre su capó aparece el luminoso del Vídeo-Club, rótulo que de inmediato nos traslada a otra era de las imágenes, casera, divertida y fantasiosa, como estos canes, vestidos de rojo y de azul, respectivamente, ni más ni menos que dos de los colores de los tres rayos catódicos del televisor, que fuera escenario electrónico de las cintas de VHS, o de su némesis, el BETACAM. Y como en las tómbolas, nos sale exclamar lo de: “¡qué alegría!, ¡qué alboroto, ¡otro perrito piloto!”.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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