El fotógrafo, atento al pase, enmarca el terreno de juego, que es un área con pista central bajo carpa, o una pista central inscrita en un área al raso. El número va en verdes, rojos, blancos y azules. En el centro de la pista, los malabaristas del balón, perfectamente sincronizados en su avance multicolor, lo persiguen por el campo, bailándolo por las delineaciones dibujadas sobre el medio campo: un cuadrado y un círculo. El más difícil todavía consiste en ir rulando la bola entre múltiples pies y líneas, con ritmo, limpieza y sucesivos dibujos en el aire, hasta que el esférico se cuela por la escuadra de una portería sujeta por varios palos y abovedada con una red. Entonces, se enciende el luminoso, porque es una fiesta, una Holiday.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez