La fotógrafa, a la hora punta en el pub, se fija en este curioso cliente, muy atento a lo que sucede arriba, en la barra. A la espuma y al tirador de la pinta. El punto de vista de la cámara es similar al de las fábulas de dibujos animados, en las que el rasero se situaba a la altura del animal, especialmente de los perros, para seguirles sus pasos, registrar sus conversaciones y adoptar su punto de vista, que era el que aquí se muestra. De los humanos sólo se veían las piernas, corriendo y cruzándose, mientras se les oía hablar de sus trabajos o de las prisas que tenían para arreglarse y por llegar puntuales a la casa de los amigos para cenar, o de que iba a venir la tía Dorothy a tomar el té. Entretanto el can asistía perplejo a la escena.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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