El fotógrafo, en la Sala de Exposiciones, se detiene para mirar cómo miran un cuadro. El que mira a quien mira: un tema clásico de las artes del mirar. Y más concretamente, el fotógrafo muestra cómo una de las espectadoras, además de contemplarlo, señala el cuadro, un punto de su superficie. Pero de pronto, surge del margen inferior de la imagen, ex machina, una mano en sombra, como divina, que contacta, a su vez, el reborde sombreado del cuadro. Coincidir con tu propia sombra en la cosa y su detalle constituye un gran éxito asociativo, en lo personal. Pero no es menos prodigioso que las sombras de las cosas se toquen entre sí. Aún más, es el caso, que sea la silueta de la mano la que parezca elevar el cuadro por su marco de sombra.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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