La fotógrafa, paciente con la luz, aguarda en la sala del museo a que la franja romboide se alinee perfectamente con el cuadro. Hasta que llega el instante exacto e improrrogable, ni por un segundo más, irrepetible en su encaje preciso y en su dibujo, en que la lengua luminosa interviene en el paisaje, acentuándolo. Actúa como una gran tilde la lengua. Como una vidriera blanca que se proyectara sobre la nave central. El paisaje recuadrado es también fotográfico, ya abstraído por el artista Wolfgang Tillmans en dos hemisferios equivalentes y horizontales, extendidos de luz, como avistados al salir del sueño y divididos por una línea delgada. La delineación de las sombras del marco de la ventana reescribe el poema.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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