La fotógrafa, acatando la indicación, establece contacto. Pero sólo fotográfico, por supuesto; componiendo con un ángulo del banco del retablo. El mandato de «no tocar las imagenes», sin acento en la ‘a’, parece una versión actual y covid del tema mayor, bíblico, del Noli me tangere. Destaca por estar estampado en un folio blanco y con tipografía de tablón de avisos, en medio del barroco de alrededor. Alguien ha dejado como exvoto o tributo, o quizás para proponer un motivo central al objetivo de la cámara, un punto de color, la rosa de la Bella y la Bestia, en su campana: souvenir de la nueva imaginería, a los pies de un santo antiguo. Tampoco se puede, la rosa, ni tocar, ni mucho menos abrir. Así es la rosa. Artificial.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez