El fotógrafo, a través del ojo de su cámara, a pie de calle, da cuenta del estado de las obras que se están llevado a cabo en el Gran Ojo, octogonal y elevado: catedralicio. Se están operando los últimos ajustes en su globo ocular, en construcción desde hace meses. Acabar de montar la cornea. Sacarle brillo a la pupila. Lucir el iris y el cristalino. Comprobar la iluminación. Chequear el grado de azul. Enfocar. Todavía se puede circular por las instalaciones. Y se está a tiempo de asegurar el correcto funcionamiento de las conexiones, complicadas en su nervadura gigante. El ojo de la cámara, espectador experto, veedor veterano, hace coincidir sus extremos con los del Ojo macro, todavía por estrenarse en la visión.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez