El fotógrafo, a modo de agrimensor óptico, aprovecha el momento de claridad y de foco, para distribuir las zonas de color y de luz que componen la superficie del horizonte: el pabellón de los días despejados. Es un espacio que inmediatamente te hace respirar a pleno pulmón. Es verla e inspirar y espirar. Te oxigena los pulmones, desde luego, pero también los ojos. Eso es: respiras con los ojos. Y no te conformas con mirarla una sola vez, como no puedes dejar de respirar. Sientes que se refresca el cristalino. Es pura limpidez. Ésta es ahora la bandera que necesitamos, la que debe ondear en el ánimo. A lo lejos, en la línea que separa las franjas de cereal, dos torres eléctricas parecen caminar como dos pequeños bichos-palo.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez