La fotógrafa, situada en la hendidura, refleja cómo el acto de lectura nos desencuaderna y abre una brecha que deja un estigma, de papel. Que a su vez parece un retal de la vela con la que surcamos, entre dos aguas, aquí lomas simétricas y estampadas, el mar de la literatura. Y la aguja que convierte la superficie, el texto, en un reloj de sol. Las palabras viajan en él entre una zona de luz color hueso, perteneciente a las horas del amanecer o del atardecer, y una zona de crepúsculo, en la que se inscribe no por casualidad la palabra «gris», y que anuncia la nocturnidad en que leemos. De paso, la fotografía sirve de marcapáginas para este libro fuera de campo que llega hoy a su centenar de contras. Y también de foto a pie de letra.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez