La fotógrafa, navegando, recala en esta orilla, hora punta de un verano. Dos instantes de esa hora, pegados entre dientes de un único fotograma. Una microsecuencia. Los enseres del estío, ya fatigados al cabo de la jornada de baño y juego. Cerca del atardecer. Todo flota en reposo. Todo aparece como aparcado. Boyas, camionetas, cubos, colchonetas: el parque móvil de al agua patos. El agua calma. La marea baja. Hasta el día siguiente, en que todo volverá a ser agitación y oleaje. La fotógrafa ha captado el olor de los árboles y de la hierba, el sonido de la depuradora y el de los primeros grillos. Y las voces de la merienda-cena al abrigo de las toallas, con la cara aún perlada con agua. La piscina original: la del sol y el azul de la infancia.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez