El fotógrafo, buscando tiro, se ve en este callejón perfecto, con profundidad de campo y punto de fuga en un cuadro en blanco silueteado por un paisano en sombra y sombrero, de paso campero y re-enmarcado todo entre paredes con variantes del color tierra: la teja, la arcilla, el barro. Paredes convergentes que parecen las de una cámara fotográfica de fuelle. Todo el espacio, como de alfar óptico, parece una suerte de interior de cámara, en el que el recorte al fondo se asemeja a lo reflejado en la placa de cristal. Si cierran los ojos tras ver la fotografía, verán que la silueta de la figura permanece unos segundos en su retina. Esperamos que otras fotografías vistas aquí este año también aguanten. Nos vemos en septiembre.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez