La fotógrafa, desde una platea casual, acota un escenario. Con la luz en su punto y todo el elenco delante, cada cual en su posición, dispuestos a cruzar sus trayectorias y palabras en cuanto comience la función. Un escenario surge, se revela, sólo con que alguien, al mirarlo, lo acote. Se le llama espectador. El objetivo de una cámara y el ojo de quien se encuentra detrás de ella multiplica las escenas y sus personajes. Conformamos cada día innumerables escenas del teatro continuo de nuestras vidas, asomados a su embocadura como a las vías de un tren, viendo pasar a velocidad cambiante, a su hora o con retraso, el argumento, los actos del drama. Teatro, significaba en griego “lugar para ver”. La fotografía lo atestigua.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez