El fotógrafo, explorando el interior del parque abandonado, localiza el vehículo que quedó pegado a la valla tras la huida. Hace ya de eso una era. Es un coche fósil, chapado en herrumbre, como semicalcinado. Da la impresión de que en un momento dado el coche hubiera querido rebasar la valla, pero que no tuvo impulso. La vegetación ha crecido en el exterior, cubriendo el recinto con una muralla de cañizos lanceados. De esas murallas que ocultan civilizaciones antiguas. Bajo las ruedas del coche, que todavía se mantienen, no así los faros, que están tuertos, se ha extendido una alfombra de hierba, con el aspecto del musgo. Qué habrá pasado en todo este tiempo para que sea imposible distinguir en él el capó del maletero.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
Los comentarios están cerrados, pero los trackbacks y pingbacks están abiertos.