La fotógrafa, de ronda en la hora bruja, llega al punto del microrrelato en que el visitante, en paralelo al grupo sobre el que llevaba en su caminar un ligero retraso, seguramente no casual, y atraído por la galería de luz, se interna en el arranque de una rampa de escalones amplios y canto rodado. Pegado a la pared, fuga su mirada a través de la arcada ascendente vertebrada por ladrillos barrocos, que serpentea hacia el cielo. Y duda. El cielo contrasta en su denso azul de atardecer con los tonos amarillentos del túnel, más pálidos en su interior. Se encuentra solo en un pasadizo que conduce a lo alto a la vez que parece límite de la urbe. De pronto, un eco. Y entonces, se dispone a emprender la diagonal, del lugar y de la fotografía.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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