El fotógrafo, en tierra de gigantes, maravillosa serie de lo sesenta, por cierto, capta el instante en que una de estas criaturas emerge, como cada mañana. Se trata de un momento crítico de su transformación. Ya asoma medio cuerpo, gracias al riego del feriante que, al igual que un domador con una manguera en vez de látigo, le hace crecer con el protocolo de una planta efímera, que germina y muere cada día en el parque de atracciones. La principal de todas ellas, gracias a la oportunidad que nos ofrece la cámara, es asistir a su despertar. El coloso, un mocetón, se reanima aturdido por la música de los cascos que ha llevado en el sueño. Parece que lo escucháramos rugir saliendo de su crisálida, plantado en una peana.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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