La fotógrafa, frente al triángulo ganado a la sombra, capta el capricho geométrico. Perfectamente delineado, parece como si la figura y la pared fueran una proyección de la franja de luz que proviene de la izquierda. Y el hombre que se alinea con la junta, la silueta de un habitante de la cueva de Platón. O mismamente una de sus sombras, perfiladas por el fuego exterior. Diríase que una mano ha ido dibujando las trayectorias de la luz y de la sombra segundos antes de que se abriera el objetivo de la cámara, para que ésta cuadrara el resultado, que es de un equilibrio perfecto en el corte entre verticales y horizontales. El rostro del hombre, entre el modelo de sombrero, el gesto, el abrigo y la penumbra, parece Graham Greene.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
Los comentarios están cerrados, pero los trackbacks y pingbacks están abiertos.