La fotógrafa, que ha escuchado un aleteo en la cocina, va corriendo y ve que un ave acaba de entrar por una rendija de la ventana y que está volando entre los armarios y la encimera, bien algo perdida o bien, por el contrario, buscando algo. La fotógrafa, procurando no espantarla, se dirige a por su cámara y regresa a la cocina. Y se aposta, como en un ojeo. Y entonces asiste a la siguiente escena: el ave prosigue su exploración de la estancia, en vuelo cada vez más bajo y silencioso hasta que de pronto se aproxima, dibujando círculos, a una taza de café perteneciente a una antigua vajilla. Y a su paso por su abdomen se queda impresa en la porcelana inglesa, atraída por su lisura, su brillo, su blancura, y su fragilidad. Y la fotografía la sella.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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