La fotógrafa, miracielos, da con un alojamiento. El luminoso se recorta sobre su fachada, la de un establecimiento de nubes hospitalarias. Velado por una gasa de tormenta que aun invita más al recogimiento en el interior de sus estancias. Para estar a cubierto, mientras te asomas a las cumbres y al techo de los aviones. El propio luminoso, inscrito a un lado, para no invadir el fondo, limitándose a etiquetarlo con la categoría de Hostal, un fondo expandido y esfumado, presenta un fulgor de aparato eléctrico, previo al trueno. Es un relámpago encajonado. Pero tiene también algo de faro en la noche, para guiar a quienes andan por las nubes. Y se extravían en su navegación. Debería existir una guía de este tipo de albergues.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez