La fotógrafa, deambulando por los museos, alcanza una pared con mucha tela. En el espacio protegido por la valla, e iluminado por un foco cálido y teatral, en esa zona de confort para ver, el visitante, que lee de izquierda a derecha, se adentra primero en un marco dorado, replicado por un relieve de sombra. Y si su mirada se dispara hacia el horizonte, encauzada por la pista de despegue del escenario, llegará hasta el vano de un templo. De atravesar su umbral, se verá en el cuadro de la derecha, que vira del oro al azul, y donde quizá se está realizando el catering para los desposorios de su cuadro vecino. Un área de servicio que es a su vez otra salida, como indica el logo sobre su marco, a la fuga. ¿Cuál de los dos cuadros es el Rafael?
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez