El fotógrafo, que no se pierde un arco iris, capta éste en la ciudad. Las bandas de color en un aro iris oteado en la línea del horizonte suelen ser más tenues, casi trazos de acuarela, como corresponde a un efecto óptico producido tras la lluvia. También la clave de su arco parece espectral. El fotógrafo ha hecho muchos de estos arco iris, sobre los viñedos o la Sierra. Pero éste es urbano, asentado, nítido. Es una arquitectura bandera. Erigida con orgullo. No se desvanece como un fenómeno atmosférico. Este arco iris edificado construye el valor de esos colores primarios, y los dota de permanencia, a pie de calle, en la acera de la vida, entre el cielo y un buzón para las cartas, entre un foro de flores y una madre paseando a su niño.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez