El fotógrafo, a vista de pájaro, asiste al tejido del territorio. Y así es como se va formando bajo la capa del cielo: una taracea de franjas, de regiones bien podría decirse, de distinta temperatura de color, dependiendo del ciclo de los cultivos; y de dibujo, estriado o liso, de acuerdo a su circulación y respiración internas, que se encuentran y encajan no de una manera caprichosa sino proporcionada y sabia, desglosada para el buen orden de la cosecha y del panorama general. Los caminos proporcionan la nervura del patrón, el viñeteado del mapa. Internado en uno de los campos, un tractor enfila una diagonal, trazando un ápice interior como si intentara volver a pasar la aguja sobre el paisaje. Septiembre. Basado en barbechos reales.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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