El fotógrafo, en el vértice, crea un ángulo de visión tan perfectamente delineado como maravilloso. Mágico. Una suerte de caja o cubo con texturas y silueteados diversos, sobre pared, pantalla y madera. Una secuencia de paños de luz que va desde el azul de la puerta hasta el lado oculto de la espalda de la caseta, donde una cepa aguarda su turno para salir a escena en el lienzo de sombras de su derecha, en el que dos figuras inspeccionan o acarician los sarmientos, que también parecen brazos, de otra cepa. El foco que logra este fotograma, tan bien compuesto y actuado, es el sol, pero también podría tener lugar el cuadro en el interior del cubo. Y ser iluminado desde dentro. Si se entra por la puerta, se vería la tramoya.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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