El fotógrafo no da puntada sin hilo y en un instante de sutura adosa planos distintos de un mismo espacio: el que tiene delante del objetivo. Un espacio que sólo desde el intersticio de esta escuadra áurea puede presentar un encaje tan caprichoso como el que queda aquí fijado, en el que no se sabe si el bosque contiene el frontón o viceversa; si son o no compartimentos estancos; si el cielo es o no continuo, o si, en definitiva, se trata de una estampa natural o de un montaje perfecto en su corte y geometría. Y en el contraste entre lo vertical arbóreo y lo horizontal cuadriculado, compuesto por la cancha y por el casco urbano. Entre los distintos puntos de fuga de ambas secciones: el final del camino y la ventana del frontis.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez