El fotógrafo llega en horario de visitas. Es época de mayor afluencia. Y se nota el frío, un frío como ruso; por los cuellos y bufandas de los abrigos, por el gorro de la mujer que, en el centro del pabellón hospitalario y fotográfico, compone un perfil perfecto, un retrato superpuesto de aire chejoviano. El foco de la enfermedad y del objetivo de la cámara está sobre la muchacha que guarda cama. La fotografía va desde el desenfoque dorsal de las visitas a la nitidez de los únicos ojos que se muestran, tan azules como febriles. Desde la oscuridad marrón de los atuendos a la blancura de las sábanas, almohada y camisón, teñidas por una palidez postrera. Nadie, ni fotógrafo ni visitas, quiere abandonar el espacio sin despedirse de ella.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez