El fotógrafo es espectador del espectador. Compone con este hombre aposentado a la derecha, en el palco; y dejando aire, todo el aire, a la izquierda, el patio. El hombre, que indica con su muleta un punto cardinal de su localidad, ocupa una silla de tijera, con buena visibilidad, desde la que asiste al hueco escalonado por las terrazas de una vida. Esa estructura en grada, formada por compartimentos estancos y paredes escaladas. El laberinto, marcado por señales de uso y desalojo. El vallado y su sombra, en la que el hombre se inscribe, a su vez, proyectando en cruceta su figura y su ubicación: usted se encuentra aquí. Es entonces cuando la muleta parece más una batuta, dispuesta a reorganizar las escenas del retablo.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez