El fotógrafo, esencial en estos días, capta la habitación. Abierta en la diagonal de ventanas cerradas que trazan la fachada. Es una fachada de estampado gato pardo. Fuga a la izquierda. Rápida. Da la impresión de que podría virar, como la pared de camarotes de un transatlántico que suelta amarras. Pero también es un faro. La fachada está iluminada como para cine. Como si le hubieran puesto focos, para un exterior noche. La habitación es una estancia, pero también el sustantivo de habitar. Parece, no lo sé, la habitación de los niños; en la que, en mayor o menor grado, nos resguardamos desde hace semanas. Tiene esa luz interior, inexpugnable. Y vida, más allá del arco iris pintado en el folio que estampa la ventana.
Texto: Bernardo Sánchez
Fotografía: Justo Rodríguez