La fotógrafa, a este lado del cristal oscuro, fotografía un reflejo. En el interior del espejo, o de su efecto, aparecen dos figuras selladas por un punto de luz, encapsuladas al vacío en el córner de un teatro de distancias y de fases. Conversando la una con el otra, su réplica. O viceversa. Podría tratarse también de una ventana, o de un cuadro, de la escuela de Edward Hopper. “Noctámbulos”, sobre todo. En las estancias de Hopper, la luz, cálida o fría, cubica la soledad. Sus figuras aguardan, miran o hablan en silencio. Las sillas del exterior, que quizás sea el interior de este lado, encadenadas por parejas e iluminadas por veladores que actúan para la fotógrafa como reflectores de Estudio, esperan que alguien les pida baile.
Fotografía: Teresa Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez