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Escaparatismo

El fotógrafo, entre reflejos de pecera, descubre a un maniquí que contempla con discreción, como escondido, el escaparate de la ciudad. O con pudor, pues se encuentra completamente desnudo, y con todas sus molduras al aire. Se ha mantenido así, en su observatorio, durante muchas temporadas. O quizás siglos. Si hubiera que datarlo, aventurar a qué estilo pertenece, diríamos que es como de una época clásica del figurinismo, un Fidias del comercio local. Aún conserva la pose con la que lució el último traje de paño con que lo vistieron. Era un hombre gris. A medida. Ensamblado por piezas. Un invertebrado. Pero ha visto pasar mucho por delante de sus ojos sellados. Podría cobrar por contarlo más de setenta euros.

Fotografía: Justo Rodríguez

Texto: Bernardo Sánchez

 

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