Ese tren es imposible de volverlo a coger si no es en fotografía. Lo sabemos quienes viajamos un día en él; los que aprendimos a escobazos de su jefe de estación. La fotografía es ahora su verdadera ‘chispita’, la que alimenta su catenaria, que es también la que electrifica nuestra memoria. El trayecto de ese tren es todavía uno de sus conductos. Pero ahora el viaje es inmóvil. Una fotografía opera así: detiene y enmudece. Extrae una muestra del sueño. Todo es eco: de la feria y del color. Y cortacircuita: la taquilla es de otra atracción y Micky, en chándal de aprendiz de brujo, de otro mundo. Y Bart Simpson una interferencia. Y luego un hombre con el bolso de su mujer. Y a la salida del túnel, fin de trayecto: un esqueleto (de broma).
Fotografía: Teresa Rodríguez – Texto: Bernardo Sánchez