El fotógrafo, fotosensible a los estados de ánimo, llega a los dos últimos flecos del peine de opciones que oferta el día. Queda libre “avergonzado”, quizás porque te puede dar vergüenza que te vean arrancándolo, o porque prefieres llevártelo más tarde, cuando no te vea nadie. En cualquier caso, te interpela. Y te hace pensar si no tendrías que estar avergonzado por algo. Y enfadad@ parece como devuelto. Y chincheteado de nuevo. Como si después de cogerlo te dieras cuenta de que, a lo mejor, no estabas tan enfadado como te creías y que es mejor dejarlo para alguien que se sienta realmente enfadado, y le sirva. No cabe más que imaginar, claro, cuales podrían ser las otras posibilidades anímicas, que han tenido mayor éxito.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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