El fotógrafo, mirando a los ojos, encuadra su tríptico. Abierto en la oscuridad de un alto, en el eje de un campanario que hace las veces de una gran pupila, como de gato, impresa a modo de vértice en el vano central. La imagen nos ingresa en la recamara de la mirada, triple, con tres objetivos que abarcan el exterior: su centro y sus laterales. Nos ingresa en la cava de un cerebro que mira y piensa lo que ve, en silencio. Al otro lado, la torre del campanario replica la acción de mirar, pues se abren en su arquitectura una batería de óculos, redondos, o aventanados, o en arco. En primer plano de la fotografía, una baranda de cristal que cruza las líneas de sus cuerpos compone sobre el ojo principal una suerte de brújula o de vector náutico.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
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