El fotógrafo, en la ‘rapa das bestas’, captura este Picasso. Una fotografía con muchos caballos de potencia, pero sobre todo con uno, que no sólo compone el centro del cuadro, sino que explicaría el Guernica. Su tensión interna, su sonido, su texto. Podría ser, en vivo, el caballo situado por el pintor bajo el ojo bombilla, a la izquierda del quinqué que iluminaba el sótano de la tragedia. Es idéntico en la torsión de su cuello, en la dentadura que se desboca. Es la misma criatura que en el mural parece estar clamando, o doliéndose o salvándose del fuego. Es la misma mirada, entre equina y humana. Carlos Saura, por cierto, aspiraba a retirarse sólo tras rodar una película sobre los 33 días que costó pintar el cuadro y el misterio.
Fotografía: Justo Rodríguez
Texto: Bernardo Sánchez
Los comentarios están cerrados, pero los trackbacks y pingbacks están abiertos.